top of page
OPINIÓN
Los secuaces de Mariah Carey
Marisa Gómez Jiménez
SEVILLA
12/12/23
En casa, tú mandas, pero nada más salir a la calle pierdes el control.
El otro día fui a la Universidad a las cinco y media de la tarde. Tardo 45 minutos en llegar a La Cartuja pero merece la pena, me digo, para una clase y una hora de silencio en la biblioteca. Paso por el río hacia la parada de autobús y, de pronto, me encuentro en medio del paraíso de los elfos de rojo y blanco, niños felices, villancicos y algodón de azúcar. Todo te incita a quedarte, a saborear un poco de felicidad (porque es lo que te dicen que venden), a olvidarte por un rato de que no tienes tiempo ni para dormir y gastar lo poco que has ahorrado en tres semanas durante una tarde de juegos.
“¿Cómo es posible?”, me pregunto. Un poco de nieve falsa, olores dulces y la inconfundible voz de la americana navideña han hecho que olvide por un momento mis obligaciones y mis tareas. Estaría genial formar parte de esa realidad para siempre. ¿Qué hay de malo en pasar la vida disfrutando sin tener obligaciones ni presiones? No hay nada de malo, pero esa realidad no existe. En algún momento la tienes que abandonar y darte de bruces con el mundo real que has tratado de ignorar durante un tiempo limitado. Es una mentira del capitalismo, las grandes empresas y parte de Hollywood. Y traté de atravesar el parque de atracciones (nunca mejor dicho) con mi burbuja de realidad.
Sin embargo, algo hizo que me detuviera unos instantes. Todo mi mundo dio un vuelco y mi pequeña burbuja se pinchó. En uno de los bancos del paseo junto al río había un hombre durmiendo. Quizás no tendría casa, ni familia, ni reloj. Solo tenía una manta, que lo cubría completamente, recordándole que no pertenecía al mundo de las luces.
Pensaba que tenía la razón y el mundo andaba confundido. Tampoco mi pequeño mundo era el verdadero pues en él no había hueco para gente sin hogar o personas que sufrieran más que yo. Ahora me doy cuenta de que no hay peor venda que el egoísmo. Nos separa de los demás y nos hace creer que somos reyes de nuestro imperio. La realidad es que hay gente que pasa la Navidad sin pavo, sin familia y sin cama. No viene a verlos Papá Noel pero tampoco ninguno de sus amigos. No es una realidad triste, porque los que hemos sido honrados con otra situación podemos cambiar la suya con una sonrisa, una manta nueva o un vaso de caldo caliente.
El consumismo no es la peor mentira. El egoísmo sí lo es. De ti depende despertar. Feliz Navidad.



bottom of page